Porque tenían que elegir un regalo.
Sin embargo, no se les ocurría nada.
Pensaron y pensaron. Pero el Sillón de Pensar era demasiado duro. Además, pensar era bastante difícil. Así que, después de un rato, el señor y la señora Buenospadres tenían tres problemas realmente importantes: un dolor en la parte de sentarse; otro en la parte de pensar; y, el tercero, que no habían encontrado ni una sola idea.
Entonces, decidieron lo mejor para todos, preguntarselo directamente ¿Qué deseas para tu cumpleaños?
¡Quiero un regalo muy especial, quiero que sea muy grande!
¡Y quiero que sea muy fuerte!
¡Y quiero que sea muy suave!
¡Y quiero que sea muy dulce!
¡Y quiero que sea calentito, calentito!
¡Y que además se mueva de un lado a otro!
¡Y también quiero que me haga volar!
¡Y que me de risa!
¡Y quiero que dure muuuucho tiempo!
La verdad es que estaban hechos un lío. Tenía que ser: grande, suave, fuerte, dulce, calentito. Y, además, se tenía que mover de un lado a otro, hacerla volar, darle risa y durar mucho tiempo.
¿Dónde iban a conseguir un regalo tan especial?
Desde luego, la cuestión no era nada fácil.
Así que se fueron derechitos al Sillón de Pensar.
Se sentaron y pensaron, pero no les sirvió de nada. No daban con la solución.
Y así pasaron un día. Y dos. Y tres.
Había llegado el gran momento y ellos, los señores Buenospadres, no tenían aún el regalo.
Se sentían tan desolados… En fin, estaban hechos una pena.
Entonces, se levantaron del Sillón de Pensar y se fueron en su busca.
Cariño... dijeron los señores Buenospadres con una voz muy triste – ejem, ejem…
no hemos encontrado…
cof, cof…
el regalo…
mjjj, mjjj…
que esperabas…
Y como no sabían que decir, la dieron un ABRAZO grande, fuerte, suave, dulce y calentito.
Además, de balancearla de un lugar a otro, levantarla por el aire, la hicieron reír, y así estuvieron durante un rato interminable.
¡JUSTO EL REGALO QUE QUERÍA!